La Generación Z confía más en los 'influencers' que en los medios de comunicación
Los jóvenes basan sus creencias en los líderes de comunidades que les representan y con los que se identifican, independientemente de su discurso. Aunque esta tendencia podría empoderar a grupos marginados, también empeora la amenaza de la desinformación al reducir el pensamiento crítico.
Fuera de internet, a la hora de decidir en qué afirmaciones confiar y a quién deberían ignorar o cuestionar, es probable que los adolescentes se basen en el contexto que ofrecen sus comunidades. Las conexiones sociales y la reputación individual desarrolladas a través de años de experiencias compartidas indican en qué miembros de la familia, amigos y compañeros de clase confían los adolescentes para formar sus opiniones y recibir actualizaciones sobre los acontecimientos.
En este escenario, el conocimiento colectivo de una comunidad sobre en quién confiar y sobre qué temas contribuye más a la credibilidad que la identidad de la persona que hace una afirmación, incluso si esa identidad es la que comparte una persona joven.
A medida que los jóvenes participan en más debates políticos online, podemos esperar que aquellos que han cultivado con éxito esta credibilidad basada en la identidad se conviertan en líderes comunitarios de facto, atrayendo a personas con ideas afines y dirigiendo la conversación. Si bien eso tiene podría empoderar a los grupos marginados, también empeora la amenaza de la desinformación. Las personas unidas por la identidad serán vulnerables a las narrativas engañosas dirigidas precisamente a lo que las une.
Entonces, ¿quién tiene que exigir responsabilidades? Las plataformas de redes sociales pueden implementar algoritmos de recomendación que priorizan una diversidad de voces y valoran el discurso sobre el clickbait. Los periodistas deben reconocer que muchos lectores obtienen sus noticias de las publicaciones en las redes sociales vistas a través de la lente de la identidad y presentan la información en consecuencia. Los legisladores deben regular las plataformas de redes sociales y aprobar leyes para abordar la desinformación online. Y los educadores pueden enseñar a los estudiantes a evaluar la credibilidad de las fuentes y de sus afirmaciones.
Cambiar la dinámica del diálogo online no será fácil, pero los peligros que puede alimentar la desinformación y la promesa de mejores conversaciones nos obligan a intentarlo.
Autor: Jennifer Neda John
MIT Technology Review
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