Un marcapasos cerebral para el tratamiento personalizado de la depresión

Sarah sufrió de severas y graves depresiones durante muchos años de su vida, incluso la llevaron a pensar en el suicidio como una solución a sus problemas. Ella probó muchísimos medicamentos, estuvo hospitalizada, se sometió a electroshocks, sus nervios fueron estimulados con campos magnéticos, sin embargo sus síntomas depresivos se mantenían. Fueron tan fuertes sus ataques depresivos que Sarah tuvo que regresar a casa de sus padres, no pudo vivir más sola y hasta dejó de trabajar. 


La depresión es una enfermedad que afecta a unas 300 millones de personas en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud. Si bien muchos pacientes logran recuperarse con el tratamiento adecuado, Sarah se encuentra entre el 20 o 30 por ciento de aquellos que reaccionan a los tratamientos convencionales. 


Sensores implantados 


Sarah es una mujer que vive en el norte de California, ella declaró “mi vida ya no era digna de vivirse”. A raíz de eso se convirtió en la primera paciente de un estudio experimental dirigido por un grupo de científicos de la Universidad de San Francisco le implantó un dispositivo del tamaño de una caja de cigarrillos en el cráneo. Este aparato detecta la aparición de síntomas de depresión y reacciona enviando estímulos eléctricos al cerebro. Se podría decir que es una especie de marcapasos cerebral. 


Gracias a la depresión, para Sarah todo su entorno era gris y desolado, pero desde que tiene el aparato en su cabeza su forma de ver al mundo cambió. “Recuerdo que volvía a casa una de las primeras veces con el dispositivo activado. Pude ver la bahía y diferenciar los colores. Había una luz maravillosa”, contó a la cadena CNN. 


El efecto del aparato fue casi inmediato, doce días después de su implantación el grado de depresión de Sarah bajó de 33 a 14 en una escala utilizada para medir la intensidad del mal. Pocos meses después los investigadores aseguraron que cayó por debajo de 10. "Esta técnica es un increíble logro de la ingeniería científica. Muestra lo que es posible hacer con lo que hemos aprendido de las neurociencias”, dijo a DW Helen Mayberg, neuróloga y directora del Centro de Terapéutica de Circuitos Avanzados de la Escuela de Medicina Icahn de Nueva York. 

No todas las depresiones son iguales

Si bien este tratamiento utilizado en Sarah existe desde hace más de 30 años, era un tratamiento utilizado para tratar el Parkinson, el trastorno obsesivo compulsivo y la epilepsia. Hace poco menos de dos décadas un grupo de investigadores empezaron a usarla en pacientes que padecían de depresiones severas, sin embargo ensayos clínicos previos solo mostraron efectos limitados. "Desafortunadamente, las pruebas que tenemos sobre la estimulación cerebral profunda como tratamiento de la depresión son en realidad todavía escasas", dijo a DW Jens Kuhn, psiquiatra del Hospital Johanniter de la ciudad alemana de Oberhausen.


Un gran desafío radica en que la depresión puede involucrar diferentes áreas del cerebro, dependiendo de la persona. "La depresión no siempre es igual”, indicó a DW Volker Coenen, neurocirujano de la clínica de la Universidad de Friburgo. Eso dificulta un tratamiento estandarizado.


Un tratamiento a medida


Este es un tratamiento muy delicado, por ende, los investigadores decidieron estudiar el cerebro de Sarah durante 10 días logrando así llevar a cabo un tratamiento personalizado, ajustado a los patrones cerebrales de su depresión. Ellos colocaron electrodos en diferentes lugares, lo estimularon, y registraron los cambios en la forma de sentir de la paciente. 


Gracias a todo este proceso se pudo detectar que la amígdala de Sarah, responsable de emociones negativas como el miedo o la rabia, predecía los síntomas más severos de su depresión. Y por otro lado, la estimulación del estado Ventral, que está relacionado con la motivación y la recompensa, elimina los síntomas de depresión de Sarah. 


Los descubrimientos permitieron a los investigadores crear una terapia específica para la paciente. Colocaron electrodos en las dos regiones: uno para detectar el inicio del ciclo de la depresión, y otro para emitir estímulos que contrarrestan los síntomas.


Una terapia riesgosa y cara

Claramente el dispositivo le cambió la vida a Sarah, sin embargo hay que tener presente que se trata de un método invasivo, que implica ciertos riesgos. Estos electrodos colocados en el cerebro de Sarah pueden causar sangramientos, lo cual puede llevar a la muerte en casos extremos. 


El grupo de investigadores se preguntó si sería viable ayudar a otros pacientes como Sarah con este tratamiento, sin embargo: "La logística de esto es muy, muy complicada", afirmó uno de los investigadores. El dispositivo tendría que personalizarse, así como se hizo con Sarah, lo cual representaría un gasto de miles de dólares lo cual podría representar un lujo para los pacientes. 



Autor: DW en español 

Fuente: https://www.dw.com/es/un-marcapasos-cerebral-para-el-tratamiento-personalizado-de-la-depresi%C3%B3n/a-59496612



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